Lejos de ofrecernos una historia positivista convencional, Fernando Álvarez-Uría nos muestra en esta obra –Miserables y locos– que la historia de la psiquiatría del XIX no es una excepción a una ley general: en los márgenes de las teorías científicas está siempre la «verdad» de su utilización social. Hacer historia no es sólo tejer la crónica de las transformaciones del desarrollo de la razón científica sino analizar las sombras, los márgenes, incluso los significativos silencios que dan sentido social -de clase- al cuerpo científico. Así el autor comprueba cómo la institución del manicomio, paralela a la de la cárcel, ha sido el laboratorio que ha servido para generar dispositivos capaces de doblegar la peligrosidad social de la locura, pero también de neutralizar la capacidad de movilización social. Es decir, que la psiquiatría ha servido más como el instrumento para la imposición de un orden social y no tanto como el medio de curación que ha pretendido ser, lo cual certifica la centenaria alianza entre la medicina y el orden público.
Aplicando al caso español el método genealógico que le sirviera a Castel para desarrollar su obra sobre la psiquiatría y la locura en Francia y los Estados Unidos, y que entronca a su vez con el movimiento de renovación que abrieran Foucault y Canguilhem, el libro avanza a través de una extraordinaria riqueza de materiales empíricos que tienen la ventaja, además, de desenterrar enormes fragmentos de nuestra historia reciente apenas conocidos. Ello le permite ofrecer un estudio de enorme interés para la sociología de las enfermedades mentales, terreno quizá poco explorado hasta hoy. La actual edición, corregida y aumentada respecto a la de 1983 cuenta, junto con el prólogo original de Robert Castel, con un epílogo de Guillermo Rendueles sobre la paradójica recepción del libro por parte de la psiquiatría crítica.
Una enorme explosión sacude la ciudad de San Petersburgo. El carruaje del zar acaba de saltar por los aires y el cuerpo del monarca se encuentra despedazado sobre la acera. Los responsables del asesinato son miembros de Narodnaya Volia, la organización secreta más temible de la historia del nihilismo ruso. Sus células, que se extienden por más de cincuenta ciudades, están formadas por agitadores, delincuentes y revolucionarios, por conspiradores que traman en las sombras la caída de la tiranía zarista. Una de las máximas responsables de la organización es Vera Figner, una joven de familia acomodada que forma parte del Comité Ejecutivo, el órgano encargado de establecer las líneas estratégicas que siguen las diferentes células. Vera la terrible, la sonámbula, la melancólica. Vera la radiante, la convulsa, la vengativa. Vera la tenebrosa, la bella, la violenta. Vera la turbulenta, la enferma, la olvidada.
En 1927, Vera Figner publicará las memorias de sus años al frente de Narodnaya Volia. En ellas hablará de fiebres e incendios, de delirios que aceleran los relojes de la Historia y artefactos explosivos que hacen caer regímenes enteros. Pero también de la prisión y el exilio, de la represión y la muerte. Enferma y al borde de la locura, Vera pasará más de veinte años en una de las peores cárceles zaristas, condenada al más terrible de los infiernos. Pero en medio del horror, nunca olvidará que allí donde haya un tirano, habrá alguien dispuesto a combatirlo.
Leopoldo María Panero pasó gran parte de su vida internado en instituciones psiquiátricas. De esa experiencia surgió una poesía dura y descarnada, pero también una reflexión enormemente crítica con el régimen psiquiátrico. Para Panero la psiquiatría era un sistema de disciplinamiento, un dispositivo de control social en manos del poder. Su pensamiento le llevará a formar parte de la corriente de la antipsiquiatría, que a partir de los años setenta se enfrentará a la sobremedicalización, la invisibilización, la contención física y el recorte de libertades de las personas en situación de sufrimiento psíquico. Con el paso del tiempo, sus reflexiones evolucionarán hacia un mayor hermetismo y sus escritos se llenarán de elementos procedentes de la magia y la mística. Para entonces, Panero se había convertido involuntariamente en el gran poeta maldito de la literatura española contemporánea, pero lo que dejaban ver sus escritos era, sobre todo, dolor.
Partiendo de la irrupción del movimiento obrero en la escena social y política de mediados del siglo XIX, en estas cinco apasionantes intervenciones José Antonio Fortes repasa la Comuna de París, su represión y el papel ideológico que a partir de entonces ha venido jugando la intelectualidad orgánica al propagar la animadversión ante cualquier conato de rebeldía proletaria; el invento de la llamada «literatura obrerista» y sus efectos; las fermosas coberturas con que la ideología ha venido ocultando o haciendo desaparecer las realidades concretas ?por ejemplo, sustituyendo los crímenes políticos por crímenes pasionales en la literatura?; la situación de los escritores en la mal llamada «Guerra Civil» y los servicios de clase que prestaron y aún siguen prestando al Capital; la diversificación de ese Capital por acción de una ideología que se materializa de distintas formas: llámense religión, urbanismo, tecnología, cultura, literatura?
Fortes aborda la realidad de las distintas clases sociales en relación con sus diferentes posiciones y situaciones de producción o explotación; realidades sociales, políticas, históricas, culturales? ¿Qué lugar ?de clase?ocupa el intelectual y qué servicio presta?, ¿cuál es su función ideológica? ¿Qué se ha querido hacer pasar por y en base a qué particulares intereses? ¿Qué se nos ha querido ocultar y por qué? ¿Qué textos han sido borrados del mapa? ¿Existieron ?o existen? otras literaturas frente a ?o en pugna con? la Literatura?? El resultado es una concepción sin contemplaciones ?«ya no es tiempo de contemplaciones»? de la función que cumple la ideología y más en concreto su residual sector de producción y marketing literario, la literatura y sus servidores, en la defensa y perpetuación del dominio capitalista, todavía hoy en medio de una de sus más salvajes orgías financieras.
Pietro Carta y Paolo Mannoni son de la misma quinta: 1899. El padre de Pietro está a cargo de las tierras del padre de Paolo, don Pasqualino Mannoni, de los Mannoni que se hicieron ricos con el pecorino. Viven en el pequeño pueblo de Lollove, en pleno corazón de Cerdeña, y juntos se crían al aire libre, bajo la estricta supervisión de Annica, la gobernanta. El señorito Paolo, frágil y dependiente, va a la escuela y se precia de enseñar a Pietro a leer y a escribir. Pietro, fuerte como una cría de muflón, presume de conocer todos los secretos de la naturaleza. En el continente ha estallado la Gran Guerra, y llega el día en que Paolo es llamado a filas y que Pietro, por un pacto entre familias, se ve obligado a alistarse también. Pero en el frente esos pactos de clase son papel mojado, igual que la brecha entre ricos y pobres.
Desde los albores de la era industrial, la mejor y casi única arma de los y las trabajadoras contra la explotación de su fuerza de trabajo ha sido la acción colectiva. Gracias a ella, a lo largo del último siglo y medio y en prácticamente toda la geografía del planeta se han repetido experiencias de ocupación de fábricas, constitución de consejos obreros y democratización de los centros de trabajo. Los colectivos que protagonizaron esas luchas no necesitaron grandes referencias previas; la ocupación de los medios de producción y su autogestión por parte de los trabajadores parece emerger como expresión genuina y directa de los intereses históricos y materiales de sus protagonistas.
A lo largo de este volumen documentaremos algunas de esas experiencias. Expondremos primero el debate teórico que las ha acompañado para sumergirnos enseguida en luchasdesarrolladas tanto en sociedades capitalistas como bajo formas de socialismo de Estado. Desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del XXI recorreremos diferentes manifestaciones de un movimiento que hasta el momento apenas ha salido de las sombras. Nuestro objetivo es poner el foco sobre esos momentos de empoderamiento de los y las trabajadoras y revelar la importancia de las luchas obreras contra formas de control autocráticas o injustas impuestas, ya vengas impuestas por el capital, por empresas, por sindicatos tradicionales o incluso por partidos o burocracias estatales. Porque en última instancia, confiamos en que esas formas de lucha sirvan para alimentar el deseo de construcción de nuevas de democracia obrera.
¿Qué sucede cuando la violación no es un hecho aislado sino el producto de una estrategia planificada de control y aniquilación de una comunidad o una etnia? ¿Pueden los cuerpos racializados, migrantes, ubicados históricamente por debajo de la línea de lo humano, tener algún tipo de restitución legal en una Europa racista, colonial, capitalista y heteropatriarcal cuando son violados? ¿Qué sucede cuando la denuncia de una violación es utilizada para atacar a un colectivo por motivos raciales, como sucedió en Colonia recientemente? ¿Qué ocurre cuando ni siquiera puedes señalar a tu violador o vengarte de él? ¿Cómo modifica el análisis el hecho de que los cuerpos designados como violables sean también los de los hombres, como sucedió en la cárcel de Abu Ghraib? ¿Por qué las 43 niñas violadas y asesinadas en Guatemala apenas despertaron campañas de apoyo internacionales? ¿Hasta qué punto la cultura de la violación está inserta en nuestra cultura cristiana?
Los textos de Brigitte Vasallo, Úrsula Santa Cruz, Deyanira Schurjin y Ana Llurba plantean todas estas preguntas, pero también la certeza de que es necesario análisis mucho más profundos, capaces de matar de una vez por todas al colono racista y patriarcal que los blancos llevamos dentro.
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