Tom
y Chris se conocen desde la infancia. Han subido montañas juntos y se
han atado a los cabos de una cuerda compartida desde la adolescencia. Se
han visto crecer el uno al otro y han estado recíprocamente
involucrados en el desarrollo de sus respectivas trayectorias. Sin
embargo, hace dos años que la amistad y la cordada se rompieron. Todo
tocó a su fin de forma abrupta. No hubo conversación final. No hubo
despedida.
Tom se pone en contacto con Chris para devolverle una
cuerda que aún conserva, y también para concretar una cita y clausurar
de forma definitiva la relación. El punto de encuentro es un bar
abarrotado; en él, tiene lugar una conversación íntima. Lo no dicho en
el pasado, de pronto, encuentra su canal de expresión.
“¿Cuántas
cordadas ha visto la Cabrera hacerse y deshacerse? ¿Cuántas Montserrat?
¿Cuántas, Galayos? ¿Y los Andes? ¿Y el Himalaya? ¿Cuántas cordadas ha
visto hacerse y deshacerse esa zona de escalada que te queda cerca, y
que no está en boca de casi nadie?
¿En cuántas cordadas te has hecho y te has deshecho? ¿En cuántas te has rehecho y vuelto a deshacer?”